Desde la recogida de la fruta en el campo hasta que la compra el consumidor final, puede pasar mucho tiempo, en el que no siempre las condiciones ambientales ( temperatura, humedad ambiental, etc. ) están aseguradas que sean las idóneas. Un sensor desarrollado en Empa ( Laboratorios Suizos de Ciencia y Tecnología de Materiales) resuelve este problema, ya que puede indicar en qué punto de la cadena de almacenamiento y transporte se produjo un fallo que afectó al estado de la fruta.
Las frutas como mangos, plátanos y naranjas se recogen, envasan, refrigeran y se transportan durante largas distancias hasta llegar a las tiendas. Sin embargo, no toda la carga lo hace con seguridad a su destino. Aunque las frutas se inspeccionan regularmente, algunas de ellas llegan dañadas o incluso pueden perecen durante el viaje.
Aunque se mide la temperatura del aire en el contenedor de carga, es la temperatura central de la fruta individual lo que es decisivo para la calidad de la fruta y ésta sólo ha sido posible haciéndolo de forma «invasiva», es decir, insertando un sensor a través de la piel y hacia el centro. E incluso este proceso tiene inconvenientes. Para llevar a cabo la medición, el técnico suele tomar un trozo de fruta de una caja de cartón en la primera fila de paletas en el contenedor, lo que a su vez distorsiona el resultado. La fruta que está más cerca del exterior del contenedor de transporte es mejor refrigerada que la fruta en el interior.
Muchas veces, las cargas enteras de contenedores se han destruido porque las temperaturas en el interior del contenedor no cumplen con las normas establecidas. Estados Unidos y China, en particular, son extremadamente estrictos en cuanto a la importación de frutas y hortalizas. Si la carga no se ha almacenado durante tres semanas a una cierta temperatura mínima, no está autorizada para la venta en el país. No sólo la refrigeración sirve para mantener la frescura y calidad de la fruta, sino que también mata a cualquier larva, como larvas de polilla, que puede anidar en la fruta. Por lo tanto, es esencial probar que la refrigeración ha penetrado efectivamente todas las frutas de todo el envío durante el período de tiempo requerido.
El sensor viaja con la fruta
El sensor se ha desarrollado como una fruta artificial, como la misma forma y tamaño y color. Se coloca entre la fruta en origen. Al llegar al destino, los datos del sensor se analizan con relativa rapidez y facilidad y a partir de esto, se obtiene información sobre las condiciones del transporte.
Si no se han respetado algunas condiciones en el transporte, se puede proceder a la reclamación correspondiente. Esta información es importante sobre todo si la carga se ha asegurado y se ha de determinar quién debe asumir la pérdida. Si la entrega no cumple con los requisitos de calidad, el sensor se puede utilizar para establecer en qué momento de la cadena de almacenamiento y transporte algo falló con consecuencias para la carga.
Actualmente se están realizando pruebas de campo en Agroscope en Wädenswil.
El mismo sensor no funciona para todas las frutas, de forma que se están desarrollando sensores especificos para cada tipo de fruta, e incluso para diferentes variedades»..
No son inalámbricos
La información de los sensores hasta ahora se recoge directamente de la pieza sintética de fruta, pero está desarrollando la tecnología que permita que los datos puedan ser transmitidos de forma inalámbrica, aunque esto encarecería el precio de los mismos. Actualmente, son bastante económicos, unos 46 euros.
Saber más web de Empa.