Los alimentos procesados son aquellos que han sido sometidos a algún tipo de elaboración industrial antes de llegar a nuestra mesa.
Según el grado de manipulación que hayan sufrido, nos encontraremos distintos tipos de alimentos procesados:
Alimentos mínimamente procesados: son alimentos preparados para facilitar su consumo. Es el caso, por ejemplo, de la fruta seca sin cascarón (nueces, almendras, avellanas…) y de las hortalizas o verduras listas para consumir o preparar (lechuga lavada y cortada en bolsa), sin ingredientes añadidos de ningún tipo.
Alimentos sometidos a algún tipo de tratamiento: son aquellos alimentos que se han visto afectados por algún proceso tecnológico. Sería el caso de los alimentos congelados o cocidos, como las latas en conserva (de atún u otros pescados), las verduras congeladas, etc.
Alimentos con ingredientes añadidos: como es el caso de los edulcorantes, los colorantes y los conservantes, muy fáciles de encontrar por ejemplo en las salsas preparadas.
Alimentos muy procesados: son los alimentos aptos para el consumo inmediato que tienen que estar sometidos a un alto nivel de procesamiento. Por ejemplo, las galletas, los dulces, las patatas chips, los cereales, los embutidos, etc.
Alimentos altamente procesados: es el caso de los alimentos y otros platos listos para introducir en el microondas, como es el caso de las pizzas congeladas, patatas fritas, margarinas, bebidas energizantes, etc
La finalidad del etiquetado de los alimentos es conocer la composición, cualidades nutritivas, fecha de caducidad o de consumo preferente, su origen, modo de conservación, pero no siempre esto se consigue, puesto que a menudo, las etiquetas son confusas, complejas o generan dudas en el consumidor.
Los alimentos envasados presentan una o varias etiquetas, normalmente en letra de tamaño más grande y en la parte frontal, destaca el nombre del producto y las bondades en cuanto a calidad se refiere, de forma que resulte un producto apetecible a incluir en nuestra compra.
Generalmente en letra algo más pequeña, y en la parte trasera del producto es donde localizamos la información más del producto, es decir el listado de ingredientes y la información nutricional del mismo. Es este listado es el que debemos examinar para saber exactamente qué es lo que estamos comprando, qué procesos o aditivos han intervenido en su preparación y/o si aporta la información en cuanto a alérgenos obligatoria.
Aunque los ingredientes de la etiqueta, no siempre aparecen con el porcentaje que en el que se encuentran en el producto, lo normal es que estén ordenados de mayor a menor, apareciendo primero aquellos nutrientes que están en mayor proporción.
Si bien no es una norma universal, ya que puede haber productos muy complejos, los productos más recomendables son aquellos que incorporan menos ingredientes.
Recomendaciones:
Grasas: el aporte total de grasas es importante y para ello, debemos atender a los gramos de grasas por cada 100 gramos de alimento, siendo siempre recomendable que el producto no supere los 20 gramos o más por cada 100 gramos (20%)
Una de las grasas más recomendadas por sus beneficios para la salud es el aceite de oliva, además es uno de los más comunes en nuestro entorno. Alimentos que estén elaborados con aceite de oliva son más aconsejables, pero también se pueden escoger otros, como el de girasol u otras semillas. Hay que tener precaución con aquellos productos en los que no se especifica el tipo de grasa que incorpora.
Número de ingredientes: aunque no es una norma universal, ya que puede haber productos muy complejos, los productos más recomendables son aquellos que incorporan menos ingredientes.
Azúcar: actualmente hay una tendencia a sustituir el azúcar común por otras fuentes de azúcares (miel, melaza, jarabe de arce, jarabe de agave, etc.). Aunque incorporan otros componentes además de hidratos de carbono simples, no dejan de ser una fuente de estos que hay que limitar y que, por lo tanto, debemos tener presente al mirar las etiquetas. Se considera un consumo moderado entre 2 y 10 gramos de azúcar por cada 100 gramos
Sal: es el potenciador del sabor por excelencia, pero actualmente se consume en exceso, hecho que puede provocar muchos problemas de salud. Por lo tanto, tenemos que intentar consumir alimentos que lleven en menos cantidad y escoger aquellos que aporten menor de 200 mg de sodio por cada 100 gramos de alimento.
Calcio: su aporte es interesante por la gran necesidad del organismo en este nutriente si queremos conservan el buen funcionamiento neuromuscular, así como la salud de huesos y dientes. Un producto con más de 100 mg de calcio por cada 100 gramos es considerado fuente de calcio.
Aditivos: todos los aditivos alimentarios autorizados en la Unión Europea han pasado unos controles estrictos que los hacen seguros en las cantidades que establece la legislación. De todas formas, siempre podemos analizar diferentes productos de una misma gamma de alimentos y comprobar aquellos que utilizan menos aditivos. Esto nos ayudará a consumir alimentos que se parezcan el máximo posible a los que elaboraríamos en casa.
Indicada dentro del apartado de los carbohidratos, la fibra alimentaria no contiene calorías, pero es una parte necesaria de una dieta saludable.
Calcio: su aporte es interesante por la gran necesidad del organismo en este nutriente si queremos conservan el buen funcionamiento neuromuscular, así como la salud de huesos y dientes. Un producto con más de 100 mg de calcio por cada 100 gramos es considerado fuente de calcio.
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