Estados Unidos vuelve a coronarse con una nueva tendencia que pone en riesgo la salud de la gente: el consumo de «agua cruda», es decir, aquella que no ha recibido ningún tipo de tratamiento.
Esta moda, seguida por altos cargos de Silicon Valley, puede provocar graves daños en la salud porque si no se trata debidamente el agua, esta puede contener bacterias, virus y hasta células cancerígenas.
No obstante, a pesar de las advertencias por parte de personal médico acerca de los peligros que supone el consumo de «agua cruda» son ya varias las empresas que han nacido para comercializar esta nueva modalidad de agua embotellada.
Además, hay empresas encargadas de realizar la instalación en casas particulares para poder consumir directamente el agua que se va recogiendo de la lluvia en los tejados.
El movimiento en contra del agua embotellada es cada vez mayor y va más allá de la compra de botellas de «agua cruda». De esta manera, son muchos los que se unen a lo que llaman «caza de manantiales», una moda en la que salen de excursión en busca de agua natural para rellenar botellines de agua que luego se llevarán a sus casas. Son tantos los seguidores de esta tendencia que se ha creado Find a Spring, una web en la que se facilita a los usuarios la localización de nuevos manantiales para recoger «agua cruda».
El fundador de Live Water, Muykhande Singh, explicaba al New York Times que el «agua cruda» tenía una caducidad de unos meses, manteniéndose fresca del todo durante el primer ciclo lunar y que si se deja más tiempo acaba por ponerse verde.
Dentro de esta disparada moda existen numerosas conspiraciones que buscan demonizar el tratamiento del agua. Por un lado está la falsa creencia de que el agua del grifo derivada de la red nacional de agua, está envenenada al contener restos de medicamentos de métodos anticonceptivos y que el agua tratada busca hacer a la gente más dócil.
Teorías aparte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recuerda que unas 842.000 personas mueren cada año por culpa de la insalubridad del agua, una cifra que se podría reducir sustancialmente si se estandarizase el tratamiento del agua en países subdesarrollados como los africanos. Al contrario que lo que ocurre en Silicon Valley, el lujo no es tener un sistema para consumir «agua cruda», sino tener acceso a agua debidamente tratada sin riesgos para la salud.