No es un chiste malo. Es que, por increíble que parezca, la goma de mascar y la prueba de embarazo comparten una interesante tecnología (nanotecnología, para ser más exactos). Lo que tienen en común es que ambos contienen nanopartículas, materiales que son 10.000 veces más pequeños que el ancho de un pelo humano y que sirven, por ejemplo, para darle ese blanco impoluto a la grajea de menta y para detectar en la orina una hormona relacionada con el embarazo, gracias a las propiedades ópticas que tienen las nanopartículas de oro. La nanotecnología participa en la elaboración de nuestros cosméticos, pasta de dientes, en la ropa, pinturas, coches, pelotas de golf, vajillas de cerámica, fertilizantes, materiales de construcción… Esta nanotecnología nos facilita la vida e incluso nos la salva (los investigadores están consiguiendo desarrollar tratamientos médicos que atacan a los tumores de forma más eficaz y menos invasiva gracias a nanocápsulas que transportan la medicina directamente hasta ellos).
Pero cuando se trata de nanoaditivo alimentario, surgen numerosas dudas respecto a la seguridad de los consumidores.
El nanoaditivo es el dióxido de titanio, y está en el punto de mira desde que la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), de la Organización Mundial de la Salud, lo clasificara como un potencial factor carcinogénico gracias a la suficiente evidencia en animales de laboratorio e insuficiente en investigaciones epidemiológicas.
Francia ha cortado por lo sano con este compuesto y ha prohibido que, desde enero de 2020, se utilice en la elaboración de sus productos alimentarios. ¿Están exagerando o tienen suficientes razones para tomar una decisión así de drástica?
Las nanopartículas tienen una dimensión menor a 100 nanómetros (1 nanómetro es la mil millonésima parte de un metro) y son creadas mediante la manipulación de la estructura química de los materiales. Curiosamente, tienen propiedades distintas de las de la misma partícula tendría con un tamaño más grande, lo que, por ejemplo, sirve para potenciar el efecto bactericida de la plata.
Según la base de datos de StatNano,hay más de 8.700 productos de consumo que contienen nanopartículas, y 339 de ellos son alimentos que comercializan 130 empresas, en 23 países. Algunos de ellos caerán de la lista después de la decisión de Francia de prohibir la utilización del dióxido de titanio en los productos alimentarios, que se etiqueta como E171. Este aditivo, que se utiliza como blanqueador y para dar opacidad a muchos de los alimentos que consumimos, no solo está presente en los chicles, sino también en productos como el chocolate, las salsas blancas, quesos como la mozzarella, los caramelos, el azúcar glas y el café.
Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés), absorbemos alrededor de 1,3 miligramos del nanoaditivo por kilo de peso al día, pero el organismo no dice la cantidad de ingesta oral admisible para el ser humano, algo que, según la investigadora de la Universidad de Zaragoza Reyes Mellada, sería necesario saber. «Está demostrado que hay una bioacumulación de este material en el organismo, ya que no es eliminado al 100%, por lo que la cantidad que se consuma es el primer factor importante a considerar». El tamaño diminuto de estas partículas hace posible que puedan atravesar las barreras fisiológicas de las células respiratorias, digestivas y cutáneas y, por lo tanto, acumularse en algunos órganos, pero cómo puede afectarnos dicha acumulación es todavía objeto de debate.
La ingesta regular de nanopartículas de dióxido de titanio en pequeñas dosis, por ejemplo, pueden afectar a la mucosa intestinal, al cerebro, el corazón y otros órganos internos, lo que puede aumentar el riesgo de desarrollar numerosas enfermedades, así como ayudar en el progreso de procesos de cáncer y tumores. Existen pruebas in vitro e in vivo que confirman los efectos tóxicos de las nanopartículas de dióxido de titanio en el cuerpo humano, alterando el ciclo celular y provocando la constricción de las membranas nucleares y la apoptosis (muerte) de las células de los tejidos.
Estudios hechos con ratas y ratones también demostraron que las nanopartículas de dióxido de titanio pueden causar daños en el ADN e interactuar con el epitelio del intestino delgado, responsable de la absorción de los nutrientes. Después de la exposición a las nanopartículas por diversas vías, principalmente por inhalación, inyección, contacto con la piel y absorción en el tracto digestivo, se pueden encontrar en diferentes órganos internos, como en los pulmones, el tracto alimentario, el hígado, el corazón, el bazo, los riñones y el músculo cardíaco. Además, también se vio en estos estudios que alteraron la homeostasis de la glucosa y los lípidos en los animales con los que se realizó el experimento.
La EFSA respondió a estos trabajos científicos con una carta firmada por 23 expertos de su panel de aditivos alimentarios, en la que aseguran que “una vez evaluados los últimos estudios sobre el tema no es necesario reabrir una opinión sobre el uso del E171 y que, por tanto, es seguro”.
Pero tampoco los investigadores del departamento de Ciencia de los alimentos de la Universidad de Massachusetts en Amherst encontraron tan contundentes las conclusiones de los trabajos con resultados en contra del uso de nanoaditivos, ya que según sus sus investigaciones -también en ratas a las que administraron dióxido de titanio, éstas reportaban poca acumulación de las nanopartículas: sus experimentos mostraron altas concentraciones de dióxido de titanio en las heces, lo que quiere decir que la mayoría de las nanopartículas fueron eliminadas del organismo.
Según los investigadores, todo esta controversia y discrepancia se solucionaría con una legislación que lo regulara, tal y como se ha hecho ya en Estados Unidos, donde las nanopartículas de dióxido de titanio no se pueden usar en los alimentos si su contenido no excede el 1% del peso total del producto.
Al no existir en Europa una regulación al respecto, no tenemos la certeza de que las cantidades usadas excedan el nivel deseado.
En la actualidad, los consumidores no cuentan con las herramientas necesarias para la toma de decisión en la compra de los productos diseñados con nanotecnología.
Fuente y saber mas: El País