No deberían serlo, pero lo son: las denominaciones de los productos son tramposas, juegan con las palabras, con los adjetivos, con las imágenes, en el nombre o en la descripción del alimento, usan términos que inducen a confusión o bien omiten intencionadamente palabras. El resultado es que el consumidor cree estar comprando y comiendo una cosa… y en realidad es otra diferente.
Desconfía cuando dicen…
- Natural. Con ese “apellido” nos hacen creer que el producto es mejor, pero no tiene por qué ser así. En realidad, el término natural solo puede atribuirse al agua mineral natural envasada (la que se obtiene directamente de manantial), al yogur natural (con fermentos e ingredientes lácteos y sin aromas), a los aromas naturales (aditivos de origen vegetal o animal) y a las conservas al natural. En los demás casos, es una exageración. OCU ha denunciado productos que usaban ese término sin tener por qué hacerlo.
- Casero, artesano…Si lees esto en una etiqueta, piensas que ese producto ha sido elaborado como lo haría cualquiera en su casa, no de una manera “industrial”, pero basta echar un vistazo a la composición, además de saber un poco de los procesos de elaboración, para ver que no es así: ¿Quién usa gelificantes, colorantes o acidulantes para hacer un bizcocho? Te limitas a la harina, el huevo, azúcar, levadura y como mucho limón, ningún aditivo de los que empiezan por E-.
- Marinado. Piensas en una preparación sofisticada, pero en realidad los productos marinados lo que de verdad llevan es agua añadida, que aparece en el segundo lugar de la lista de ingredientes: descuenta el porcentaje de carne que te indica la etiqueta de un producto «marinado» y verás que lo que queda es agua con aditivos e ingredientes que ayudan a retenerla, además de algunos elementos como especias y aromas para dar sabor.
- Producto cárnico. Si pone eso en la etiqueta… lo que estás comprando no es carne, sino un producto que además de la carne puede llevar especias, agua, conservantes, colorantes y otros aditivos e ingredientes.
- Preparado de … Si lo que buscas es comprar pechuga de pollo, ¿no te parece raro acabar comprando algo que se llama preparado de carne de pollo? O si querías carne picada… ¿porqué comprar “Burger meat”? Las cosas deben llamarse por su nombre. Si no lo hacen, desconfía: lo más probable es que sea porque no son lo que parecen, son algo similar, pero no el producto fresco que buscas.
- Elaborados. Este es un término frecuente en productos pesqueros que se venden frescos, y denota que normalmente lleva agua añadida y algunos aditivos que facilitan que se aclare el color, y se ablande. Recurrir a esto es algo muy habitual, por ejemplo, en pota en anillas, elaborado tipo anillas de calamar.
- Extrajugoso o jugoso. ¿Te parece que es un calificativo positivo? No cuando se trata de alimentos preparados: en realidad se suele usar para denominar a un producto (fiambres o jamón normalmente) de una calidad inferior, con menos carne y más agua, de ahí que sea más jugoso.
- Sabor a… La etiqueta de ese yogur, ese postre, ese dulce con “sabor a” lo que está diciendo es que el producto, de ese alimento, no tiene nada más que el sabor:
- leche sabor a vainilla sin gota de vainilla, pero con aroma de vainillina,
- el yogur sabor a fresa, con aroma y sabor a fresa, sin ni siquiera un 1% de fruta.
- Néctar. Esta palabra suena a algo exquisito, selecto… pero en realidad es un zumo diluido con agua, al que se añaden azúcar o edulcorantes y aromas para compensar el sabor que piede al diluirse. Si vas a comprar zumo natural, asegúrate de que lo haces, y no escoges néctar o zumo a base de concentrado.
- 100% carne de… El truco del porcentaje: en el envase pone bien grande 100% carne de pavo, por ejemplo, y al leer la lista de ingredientes (ya sabemos que si la tiene, no es un producto fresco ni natural), resulta que pone 85% pavo y el resto son agua, sal, especias, aditivos varios… ¿Cómo es posible? Pues es un “truco” que hacen con todas las de la ley: ante eso debes leer tiene un 85% de pavo, pero toda la carne que tiene (el 100% de ese 85%) es de pavo, no de otras procedencias.
Y desconfía también de lo que no dicen
A veces la clave está en la palabra que falta. Todo en el envase finge ser lo que tú crees que es, pero en realidad no lo dice en ningún sitio: rallado o lonchas que no dice queso, picada que no dice carne. Esas palabras que faltan en la etiqueta no se omiten sin querer, o por azar, o porque quieran acortar la denominación, sino porque, con la normativa en la mano, lo que nos están tratando de vender no será queso, sino un preparado lácteo, ni será carne picada sino un preparado de carne.
Fuente: http://www.ocu.org/alimentacion/alimentos/consejos/terminos-etiquetado-enganoso