Los organismos modificados genéticamente (OMG) o transgénicos son seres vivos que se obtienen mediante la ingeniería genética. Esta tecnología salta las barreras entre especies y crea seres vivos que no podrían obtenerse en la naturaleza o con las técnicas tradicionales de mejora genética.
Los cultivos transgénicos se introdujeron sin estudios que avalaran su seguridad sobre el medio ambiente y la salud, con grandes promesas de aliviar el hambre en el mundo y solucionar los problemas de los agricultores, pero sin estudios que avalaran su seguridad sobre el medio ambiente y la salud.
Pero la realidad muestra que no han supuesto beneficios para el consumidor o los pequeños agricultores, mientras crecen las incertidumbres sobre sus efectos sobre la salud y son cada vez más evidentes sus impactos ambientales.
Hay demasiadas incertidumbres, como la aparición de nuevos tóxicos en los alimentos, nuevas alergias o resistencia a antibióticos
Los más evidentes son: incremento del uso de pesticidas en el campo, contaminación genética de especies silvestres, aceleración de la pérdida de biodiversidad, insectos y malezas que se hacen resistentes a los tratamientos convencionales.
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España cultiva maíz transgénico desde 1998, y es el único país de la Unión Europea que lo hace a gran escala.
En 2006 se cultivaron 53.000 hectáreas. Se han denunciado ya múltiples casos de agricultores que ven sus campos de maíz contaminados por polen transgénico, lo que supone una gran amenaza para el sector, especialmente para la agricultura ecológica.
Además, nuestro país importa grandes cantidades de soja transgénica. El control de estos cultivos por parte las autoridades es escaso o nulo y las medidas para prevenir los efectos negativos sobre el medio ambiente y el resto de la agricultura son prácticamente inexistentes.
Se ha comprobado que no, incluso incrementa las situaciones de pobreza, exclusión social e injusticia, puesto que los intereses económicos en juego dan lugar a todo tipo de presiones políticas por parte de las multinacionales de la biotecnología, que intentan controlar la agricultura y alimentación mundial despreciando las consideraciones sociales y ambientales.
Además, los transgénicos disponibles no son ni más productivos, ni más nutritivos.
NO a los OMG
Cada vez hay una mayor sensibilización al no consumo de este tipo de alimentos por parte del consumidor, aunque las multinacionales intenten convencernos de sus beneficios.
Por ello, desde varias asociaciones ecologistas se apoya una campaña para la declaración de Zonas Libres de Transgénicos, y con ella conseguir un cambio urgente en la legislación para permitir que los ayuntamientos y autoridades locales que lo deseen puedan declarar su zona libre de transgénicos con el fin de proteger la salud de sus consumidores, el medio ambiente y la agricultura de su zona.
En Europa, más de 170 regiones y 3.400 ayuntamientos han hecho la declaración. En colaboración con muchas otras organizaciones de agricultores, ecologistas o de consumidores, se ha logrado que Asturias, País Vasco, las islas de Menorca y Mallorca y varios ayuntamientos hayan dado este paso en defensa del derecho a cultivar y comer productos libres de transgénicos.
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Es obligatorio etiquetar todos los alimentos derivados de OMG. Sin embargo, la legislación admite un 0,9% de contaminación de un ingrediente por transgénicos sin necesidad de que aparezca en la etiqueta. Tampoco hay obligación de etiquetar los alimentos como carne, huevos o leche procedentes de animales alimentados con OMG. Si a esto añadimos que no hay control de la contaminación ni del destino de las cosechas transgénicas, hoy en día estos productos están entrando en nuestra dieta sin que se nos informe correctamente ni los consumidores tengamos el derecho de elegir una comida libre de OMG.
Aunque con la legislación y las condiciones actuales es difícil que los consumidores ejerzamos nuestro derecho a no consumir transgénicos, hay cosas que podemos hacer:
– Evitar comprar productos que contengan ingredientes y aditivos derivados del maíz y de la soja, y por tanto ‘sospechosos’ de tener un origen transgénico, son:
-Evitar en lo posible los productos elaborados y precocinados, ya que suelen contener harinas, almidón o aceite de maíz o soja, con alta probabilidad de contener transgénicos.
-Consumir en lo posible productos ecológicos. La etiqueta ecológica certifica que están libres de transgénicos.
Nosotros podemos favorecer una agricultura más respetuosa con el medio ambiente mediante nuestras decisiones de consumo. Además de evitar los transgénicos, si elegimos frutas y hortalizas de temporada, estaremos ahorrando energía y reduciendo nuestra contribución al cambio climático. Si además compramos alimentos producidos lo más cerca posible, ahorraremos también energía utilizada en transporte y favoreceremos la agricultura local